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La Psiquiatría y la Investigación-Acción Participativa: Hacia una Salud Mental Emancipadora

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Psiquiatría y la Investigación-Acción Participativa


Desde la psiquiatría, la Investigación-Acción Participativa (IAP) ofrece una perspectiva fundamentalmente diferente a la práctica clínica tradicional, donde la figura del psiquiatra a menudo se sitúa como el experto que diagnostica y prescribe. La IAP nos invita a una psiquiatría más crítica, social y comunitaria, que trasciende el modelo biomédico y se adentra en las complejas redes que configuran el sufrimiento humano y la salud mental colectiva.

El modelo convencional de investigación y atención psiquiátrica tiende a individualizar el problema, enfocándose en el cerebro, los genes o las experiencias personales como la fuente exclusiva de la enfermedad mental.

En este esquema, el paciente es el "objeto" de estudio o tratamiento, y el psiquiatra, el "sujeto" poseedor del saber. Esta asimetría de poder, inherente a muchas de nuestras instituciones educativas y de salud, puede perpetuar una visión pasiva del individuo y de la comunidad, donde las soluciones son impuestas desde fuera.

La IAP, por el contrario, nos impulsa a descolonizar la psiquiatría, liberándola de sus ataduras más reduccionistas. En lugar de limitarnos a la farmacología o la terapia individual, la IAP nos exige mirar el contexto social, económico y político como determinante clave de la salud y la enfermedad mental.

La pobreza, la exclusión, la violencia estructural, la discriminación y la falta de acceso a derechos básicos son factores que modelan la salud mental de una comunidad de manera profunda. Si un individuo presenta síntomas de ansiedad o depresión, la IAP nos obligaría a preguntarnos:

  • ¿Qué está pasando en su comunidad que contribuye a este malestar?
  • ¿Cómo las condiciones de vida están impactando su bienestar?

Aquí es donde la diferencia con la investigación convencional se vuelve crucial para la psiquiatría. Mientras un estudio tradicional podría cuantificar la prevalencia de trastornos de ansiedad en un barrio, la IAP iría más allá.

Buscaría co-construir el conocimiento con los habitantes del barrio, identificando juntos las causas subyacentes de esa ansiedad. Quizás sean problemas de inseguridad, falta de espacios recreativos, desempleo o redes de apoyo debilitadas. La comunidad no solo informaría sobre sus síntomas, sino que participaría activamente en el diagnóstico social de su realidad, en la formulación de hipótesis sobre las causas y, lo más importante, en el diseño y ejecución de acciones colectivas para la transformación.

Para un psiquiatra, esto significa un cambio de rol radical. Dejar de ser el "solucionador" para convertirse en un facilitador o acompañante. Significa sentarse a la mesa con los líderes comunitarios, los vecinos, las familias, escuchando sus sentipensares, sus saberes populares sobre el bienestar, sus propias estrategias de afrontamiento y resiliencia.

El psiquiatra, en este enfoque, no es solo un clínico, sino un militante político, como lo planteaba Paulo Freire. Su "tarea no se agota en la enseñanza de las matemáticas o la geografía", sino que exige un compromiso y una actitud "en contra de las injusticias sociales" que generan malestar mental.

¿Cómo se aplicaría esto a la práctica? 

Imaginemos una comunidad rural donde se observa un alto índice de consumo de sustancias. En lugar de simplemente organizar charlas preventivas o derivar casos a centros de rehabilitación externos, un psiquiatra con una perspectiva IAP impulsaría talleres comunitarios donde se discuta: 

  • ¿Por qué la gente consume? 

  • ¿Qué vacíos o frustraciones existen en la comunidad? 

  • ¿Qué recursos internos y externos tenemos para abordar esto? 

La comunidad podría identificar la necesidad de recuperar espacios públicos, organizar actividades culturales y deportivas para jóvenes, establecer redes de apoyo entre familias, o incluso generar emprendimientos locales que brinden oportunidades.

El psiquiatra aportaría su conocimiento técnico sobre adicciones, pero en un diálogo de saberes, donde la comunidad es protagonista de sus propias soluciones. La investigación, en este caso, es la acción misma de la comunidad para mejorar su situación.

La IAP nos permite ver la salud mental no como la ausencia de enfermedad, sino como la capacidad de un colectivo para florecer, para vivir en dignidad, para construir un "Buen Vivir". Implica reconocer que la liberación de un individuo de su sufrimiento psíquico está intrínsecamente ligada a la liberación de su comunidad de las opresiones y desigualdades. Como dice Lila Watson, "si has venido porque tu liberación está ligada a la mía, entonces trabajemos juntos". 

Esto nos obliga a una psiquiatría que no solo se preocupa por la mente, sino por la mente en comunidad, por las condiciones que permiten a las personas sentipensar y vivir plenamente.

La IAP es una invitación a la psiquiatría a dejar la torre de marfil y a sumergirse en la complejidad de la vida comunitaria. Es un llamado a una práctica más humilde, más dialógica y profundamente transformadora, donde el conocimiento no solo cura, sino que también empodera y libera.

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